Los Viejos son perseverantes, disciplinados y juegan serio. Digo esto porque logran materializar sus objetivos, independientemente de la diversión que consiguen haciendo lo que les gusta… en realidad, ensayan en la casa de Eustaquio (Leo) entre una y dos veces a la semana (en promedio), porque si no se les olvidan las canciones y además les encanta aterrorizar a todo el barrio con el pinche ruidero. Tienen las capacidades técnicas y las competencias necesarias para gestionar su proyecto vital. De su paso por otras bandas recordemos que el viejo Jacobo (Jordi Alacont) formó parte de Gula y durante la pandemia se unió a las filas de Zorak!; mientras que el viejo Eustaquio (Leo Padua) ha trabajado con bandas como Hong Kong Blood Opera, Dischord, Mink, S7N, Después del Odio, Bestia, Bruha, etc.
Los Viejos, como banda, surge después de la disolución de otro proyecto en el que participaban Jordi y Leo y que se llamaba Parking Valet. A finales del 2010, Hong Kong Blood Opera, banda sonorense, los invita a una tocada del Día de Muertos en Puebla, donde la única condición fue ir disfrazados. No tenían disfraz. Camino a la fiesta se hicieron de unas máscaras de viejitos malhumorados y enojones, y como si hubiesen tenido una “punkzada”, les gustó la sátira de ser un par de vejetes tocando puro pinche trash, grind y sk8punk… and since then they´re giving skateboarding a bad name.
Debo decir que me gusta mucho esa analogía que hace Uili Damage (de Los Esquizitos) entre el sonido de Los Viejos y el skateboarding: “El hardcore es como lo natural de andar en tabla, es dinámico, es veloz, es energía, es justo lo que estás haciendo con los pies, están hermanados”, también lo que opina el skater Paco Manzanares me encanta: “En los setentas cuando del terreno horizontal se pasa al terreno vertical traen esa influencia hardcore punk, el sonido es muy rasposo, muy crudo y eso es el skate, es pasar sobre el coping, deslizar, es troquear, el eje de la patineta es metal con metal, entonces eso produce un sonido que hace salir chispas”. Esto describe bastante bien el sonido de esta dupla, estos dos grandes ejecutantes que honramos aquí.
Leo inició su preparación musical a los 14 años en la academia de música Yamaha y se convirtió en un baterista excepcional con infinitas posibilidades de creación musical, su velocidad y brutalidad en la ejecución de blast beats y patrones de doble bombo lo hacen todo un maese en la música de Los Viejos; entretanto, Jordi siente que ese sonido que por 25 años trajo en la cabeza (una suerte de half-pipe dreams) le voló el cerebro. Su primera aventura fue una banda que tocaba doom-death. A los dulces dieciséis ya había compuesto sus primeras rolas en la guitarra. Jordi y Leo pertenecen a esta generación subterránea que, según los estudiosos de la época, en los noventa aprendió a gestionar su producción musical, su mercancía y a organizar sus shows, y, a diferencia de sus antecesores, recurrieron al humor para hacer frente a las políticas de la región y vivieron el auge de la práctica masiva del skateboarding estrechamente ligado a la escena punk de esos años.
Por ahí se dice que “la influencia es un tónico peligroso” y en el sonido de Los Viejos el punk rock californiano de 1990, cuyas casas discográficas independientes fueron Epitaph y Fat Wreck Records, es irrebatible. De ahí que los riffs de guitarra sean tradicionales pero muy poderosos y acompañados de una furia incontenible en los gritos.
El furor alrededor de la propuesta de Los Viejos se refleja en el fenómeno musical en el que se han convertido concretando una vertiginosa carrera musical. En cuanto a lo lírico, voces diversas, inclusive ellos mismos, insisten en afirmar que sus letras no son políticas. No obstante, tanto en su primer trabajo de estudio: Quebrantahuesos (2012), como en su segunda entrega: Sociedad del miedo (2016), y en su última producción discográfica: Green Screen (2019), esa desafección no es tal. Por un lado, estamos ante un manifiesto divertido, esto porque el humor permite soportar sentimientos e ideas de otra forma inaceptables, pero esto no implica que sus letras estén desprovistas de posicionamientos: nos presentan la vejez como etapa de vida en una sociedad donde constantemente se promueve la juventud como valor supremo de belleza. Al contrario de esto, nos convidan a centrar la atención en el aquí y el ahora, en lo sutil que pudiese ser el edadismo, un término que comprende los estereotipos, los prejuicios y la discriminación que ejercen unas personas sobre otras por su edad. Dinámica de exclusión que afecta tanto a los mayores como a los jóvenes.
Siendo el rock un género, “por lo general maduro y cada vez menos juvenil” (David Gallardo), Los Viejos alientan a la comunidad rocker “a enfrentar y vivenciar la vejez no desde el dramatismo, sino con una mirada de optimismo y alegría”, tal como lo propone Ailén Ramseyer en su tesis acerca del envejecimiento. Bueno… quizá estos “¡bombos, guangos, secos, huilos, guavesis, tilinquis, jorochis, socrosos, rejegos, viejos bojos jodidos!”, sean casi felices porque justo en el momento en el que dan a conocer su segundo material en el contexto de nuestra situación como país se cumplía una década de un conflicto sin cuartel: la guerra contra el narco, y como expresaba Umberto Eco: “quien diga que es totalmente feliz es un cretino”.
El contenido lírico en este preciso disco nos advierte, así como sostiene Ramseyer: “[…] es menos importante el tiempo que pasa, que lo que ocurre durante ese tiempo” (la canción “Amnesia en el Estado”, por poner un ejemplo). Flores Rentería explica de forma muy sencilla que el hombre es por naturaleza un animal político (Aristóteles), ¿y qué significa vivir políticamente?: que se posee la capacidad de discernir, pues esta remite al acto de pensar, el cual permite formular juicios y opiniones.
Los Viejos le dan el espaldarazo a la vejez, hablan sobre la situación actual del skateboarding en México señalando compadrazgos políticos en la asignación de la construcción de skate parks y la falta de apoyo al deporte, incluido recientemente el skateboarding. Además, ven con agrado que haya más niñas patinando cuando antes era impensable que pisaran un parque para patinar, se ensuciaran y se golpearan y les aparecieran moretones, costras, etc., porque la sociedad esperaba que la mujer fuese de excesiva pulidez, compostura, delicadeza, gracia en porte, gestos y acciones. Asimismo, en plena pandemia critican la resistencia a vacunarse de algunas personas, subrayando que esto tiene origen en el desconocimiento y las creencias religiosas o políticas (esto se puede notar en su rola “Simio pandémico”), promueven el uso de la marihuana (esto es claro en el tema “Pequeño bonsái”), participan en una campaña de salud para crear conciencia sobre la enfermedad espondilitis anquilosante, llaman al despertar de las conciencias (pongamos por caso la pieza “Zona de confort”), y encima se dedican a hacer surfing en las aceras, uno de los deportes más políticamente incorrectos que han existido al provenir de una subcultura.
Jacobo y Eustaquio, con cabeza de viejo y cuerpo de joven, arman un buen desgarriate, sortean la existencia de un bajista usando un octavador y como resultado tenemos un sonido muy amarrado que al mismo tiempo es guitarra y bajo sumado al doble bombo que le da ese sonido grave y muy completo. En una entrevista de Signos FM mencionaron que el baterista es patrocinado por Yamaha Drums México, Evans Drumheads, Promark y TRX Cymbals, quienes se encargan de proporcionarle platillos, baquetas y tambores para tocar en sus diferentes proyectos.
Los Viejos no son ni serán un dúo dinámico solo pasándoselo bien, debajo de esas máscaras y su desafío a las reglas practicando el street skating, la verdadera esencia del skateboarding, teniendo como principal elemento de su skater style, o dicho en otras palabras, su estética: una patineta a su gusto y una custom skate guitar hecha de ocho tablas usadas “que suena muy verga” (en palabras de su propietario), y su aire de tocar obedeciendo a antojos musicales, pecan de excesiva modestia, porque detrás de todo esto hay un malabarismo técnico impresionante, prestan demasiada atención a los detalles, son cosijosos, como un non plus ultra les sugiero escuchar el minuto 32:39 del podcast Episodio 32: Los Viejos en Conversaciones de altura, y verán a lo que me refiero.
La espera para verlos en acción en Hermosillo ha sido larga, su visita se ha pospuesto en más de una ocasión. Con ansias locas espero verlos. Cuando pensábamos que no podía caber más emoción en nuestros cuerpos anuncian su llegada un par de viejos necios que sigue enamorando a su público, confiada estoy en que será una noche grande porque nos deslumbrarán cuando su obsesión, hoy por hoy, es lograr un sonido más crudo, pero que llegue.
Al echar la vista atrás, al terminar su presentación, sé de antemano que solo habrá agradecimiento a estos dos genios musicales, que al igual que uno de los ídolos del skateboarding por antonomasia de la generación, Tony Hawk, pese al correr de los años, nunca dejarán de intentarlo hasta el final.
Fotos Ángel Orozco